LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

Introducción:

Juan Carlos I y Adolfo Suárez. Fuente: Diario El Mundo.

La Transición fue un periodo crucial en la historia de España que abarcó desde la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 hasta la aprobación de la Constitución en 1978. Algunos historiadores consideran que este periodo se extendió hasta la entrada de España en la CEE y en la OTAN en 1986, lo cual implicó la instauración de la normalidad política tanto a nivel interior como exterior de nuestro país. Durante este tiempo, España hizo una transición pacífica de un régimen autoritario a uno democrático. En el contexto internacional, la crisis del petróleo de 1973 aún afectaba significativamente a la economía nacional. En este ensayo, analizaremos los principales eventos y protagonistas de la Transición y cómo contribuyeron a la creación de la España actual.

Desarrollo:

Durante casi cuatro décadas, Franco gobernó España en un régimen caracterizado por la represión política y la falta de libertades civiles. Tras su muerte, se creó un vacío de poder en el país que debía ser ocupado por el príncipe Juan Carlos, previamente designado como sucesor en la Ley de Sucesión de 1969, convirtiéndose así en el rey de España y liderando el proceso de transición.

Juan Carlos I, junto con Adolfo Suárez, miembro del Movimiento Nacional en la Jefatura de Gobierno, jugaría un papel fundamental durante los próximos años. En aquel momento, se planteaban varias opciones políticas para el futuro del país. Por un lado, estaban los «inmovilistas», quienes pretendían mantener el franquismo sin Franco, también eran conocidos como el «búnker» (entre ellos, el presidente Carlos Arias Navarro). Por otro lado, estaba la oposición, que exigía la ruptura total del sistema. Finalmente, estaban los reformistas o aperturistas, que eran conscientes de que se debía producir una reforma del sistema «de la ley a la ley», entre los que se encontraba Torcuato Fernández Miranda. En este contexto, la Transición se planteó como una reforma necesaria, en lugar de una ruptura, para el futuro del país.

Uno de los primeros desafíos que enfrentó el rey Juan Carlos fue la disolución de las instituciones del régimen franquista. Esto significó la eliminación del Movimiento Nacional, el partido único creado por Franco, y la eliminación de las leyes represivas que limitaban la libertad de expresión y asociación. En este sentido, la Ley de Asociaciones de 1976 permitió la creación de partidos políticos y sindicatos independientes. En noviembre de 1976, las Cortes franquistas aprobaron la Ley de Reforma Política con el 80 por ciento de los procuradores a favor, a pesar de que ello significara el «harakiri» político del sistema. Un mes después, esta fue sometida a referéndum popular en el que casi el 95 por ciento de los votos ratificaron dicha ley.

De este modo, los partidos políticos comenzaron a surgir rápidamente, especialmente en el sector de la izquierda. El Partido Comunista de España (PCE) había estado prohibido durante la dictadura de Franco, y su liderazgo en el movimiento obrero y estudiantil lo convirtió en un actor importante en la Transición. El PCE se unió a otras fuerzas políticas, incluyendo el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el partido político más grande y más influyente de la izquierda española.

La crisis económica mundial afectaba especialmente a España: un 20 por ciento de inflación o un 10 por ciento de desempleo dificultaron la transición política y el clima social. Frente a la situación económica, Adolfo Suárez consiguió firmar con los agentes sociales los Pactos de la Moncloa (1977), una serie de medidas para frenar la recesión. Por otra parte se debe añadir el terrorismo, tanto de derechas (Triple A, conocidos por la «matanza de Atocha» que atentaron en un bufet de abogados laboralistas en Madrid) como de izquierdas (ETA, Grapo o FRAP que atentaban especialmente contra miembros de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado) que desestabilizaron el sistema de forma permanente.

En junio de 1977 se celebraron las primeras Elecciones Generales, a las que concurrieron unos 600 partidos políticos y que ganó por mayoría relativa la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido de Adolfo Suárez, seguido muy de cerca por el PSOE de Felipe González. Tanto Alianza Popular (AP) como el PCE quedaron muy lejos de sus expectativas políticas. Por otra parte, los partidos nacionalistas triunfaron en País Vasco y Cataluña favorecidos por la ley D’Hont.

Sin embargo, el verdadero desafía de la Transición fue la creación de una nueva Carta Magna que diseñase las nuevas reglas del juego. La Constitución de 1978 define a España como un «Estado social y democrático de Derecho»; la soberanía reside en el pueblo español; establece la división de poderes; abole la pena de muerte y somete el Ejército al poder civil; estableciendo por tanto un sistema democrático en España con una monarquía parlamentaria, reconociendo los derechos y libertades civiles fundamentales entre los que se encontraban la libertad de expresión y el derecho a la asociación. La diversidad cultural y lingüística de España y la autonomía a las regiones son también puntos clave de la Constitución, que fue ratificada por los españoles el 6 de diciembre de 1978 en referéndum.

En las Elecciones Generales de 1979, los resultados fueron muy parecidos a los de 1977, aunque las discrepancias internas de la UCD y el mayor activismo del PSOE terminaron precipitando la dimisión de Adolfo Suárez en 1981. Precisamente en la sesión de investidura del nuevo presidente de UCD, Leopoldo Calvo Sotelo, el 23 de febrero de 1981, un grupo de guardias civiles encabezados por Tejero, Armada y Milán del Bosch, entraron en el Congreso e intentaron dar un golpe de Estado que terminó fracasando en unas horas, tras la intervención del rey Juan Carlos en televisión.

En 1982, el PSOE obtuvo una victoria aplastante y gobernó en solitario hasta 1996. Durante este período, se implantaron reformas en la educación, el proceso autonómico y el Ejército que modernizaron la sociedad española. UCD se desintegró, AP se convirtió en el PP a partir de 1989 y se convirtió en la alternativa de gobierno al PSOE, mientras que el PCE se integró en Izquierda Unida en 1986 y mantuvo una base electoral estable en torno al 10%.

Entre 1982 y 1985, el PSOE se vio obligado a tomar medidas de ajuste económico para controlar la inflación, lo que provocó un aumento del desempleo y una intensa conflictividad social que culminó en la huelga general de 1988. En 1986, España se adhirió a la CEE, lo que contribuyó a mejorar la economía hasta 1991, y firmó el Tratado de Maastricht en 1992, que creó la Unión Europea.

El problema del terrorismo continuó siendo una preocupación en España durante este período. Las acciones policiales combinadas con la cooperación con Francia permitieron perseguir y extraditar a los miembros de ETA que se refugiaban en el país vecino. Sin embargo, los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) llevaron a cabo acciones violentas contra miembros de ETA en suelo francés entre 1983 y 1987, lo que implicó a policías españoles, políticos socialistas vascos y el propio Ministerio del Interior. Estos hechos y los casos de corrupción llevaron al PP al poder en las elecciones de 1996, comenzando el bipartidismo que caracterizó a la democracia española hasta las elecciones de diciembre de 2015.

Conclusión:

La transición a la democracia en España se basó en el consenso y la negociación entre los partidos políticos, lo que permitió el paso de una dictadura a una democracia de forma pacífica. La consolidación del sistema bipartidista en el que PP y PSOE que se han alternado en el poder, ha sido uno de los rasgos más característicos que ha proporcionado estabilidad. Sin embargo, este se ha visto afectado por las crisis económicas, generando un aumento de la desigualdad social y económica. A pesar de ello, España ha logrado superar los desafíos y avanzar hacia un futuro más próspero y justo en el que se ha ido construyendo uno de los Estados de Bienestar más avanzados de Occidente, aunque con serios retos de cara al futuro. La Transición no fue fácil, ya que España tuvo que superar muchos desafíos políticos y sociales. Tal y como afirma Javier Tusell, en aquellos años, los políticos españoles demostraron que fueron capaces de dejar de lado sus diferencias ideológicas para construir un futuro mejor para todos los ciudadanos.

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