El pasado jueves 27 de septiembre fue el Día Mundial del Turismo. Se cumplían cuarenta y dos años desde que la Organización Mundial del Turismo (OMT) aprobara sus estatutos.
Recuerdo cuando bastantes años después de aquella fecha –aunque ya hace algunos- iba a pasar el día a la playa con mis padres y hermanos y, salvo un pequeño tramo en Murcia, no existía ninguna autovía. Entonces pasábamos por todos los pueblos y pedanías de la Región de Murcia para ir a la playa. Teníamos que parar en los frecuentes semáforos y podíamos comprar una caja de melones a un señor que tenía su puesto en la cuneta de la carretera. Los turistas paraban en El Albujón a tomar un asiático y las ventas de carretera tenían más vida. Aunque los minutos tenían sesenta segundos, eran otros tiempos.
En mis recuerdos, también aparece una chica inglesa de intercambio a la que veía una privilegiada pues conocía varios –tres o cuatro, no más- países de Europa y había montado en avión varias veces ya con dieciséis años. Aquella muchacha me comentaba lo sorprendida que estaba cuando hablaba con los de aquí y resulta que casi nadie se había subido a una aeronave o pocos eran los que habían cruzado la frontera. En aquella época era impensable que la ciudad de Nueva York se anunciara en las marquesinas de nuestras paradas de autobús, como así ha hecho en los últimos meses, o simplemente que viajar en avión fuese a veces más económico incluso que hacerlo en coche.
Los españoles y particularmente los murcianos teníamos otra mentalidad. Incluso cuando hablábamos de los países allende los Pirineos, como si fuera otra cosa, decíamos «Europa». Todavía me acuerdo con especial ternura cuando poco después conseguí hacer mi primer viaje a Francia y mi abuela me decía que llevara mucho cuidado «porque por ahí fuera había gente muy mala».
Evoco todo aquello con mucho cariño, aunque las cosas han cambiado, desde hace tiempo somos más Europa y menos aquella España de Paco Martínez Soria. Ese miedo ha desaparecido, y cada vez más, se ha convertido en ansia por conocer otras culturas y otros pueblos.
Los efectos de la globalización en el turismo han hecho que nuestra mentalidad haya cambiado notablemente en apenas dos décadas; aunque también es cierto que una de las consecuencias más inmediatas de la crisis ha sido acortar los desplazamientos y volver en muchos casos a aquella tortilla de patatas en la playa con la que entonces éramos tan felices.
Sin embargo, ya hemos comprendido lo que nos aporta viajar y cuando mejore nuestra economía volveremos a cubrir una necesidad que nosotros solos nos hemos creado. Viajar es la droga más adictiva, una vez la pruebas, estás perdido… aunque dicho así, parece que estamos hablando de algo sucio y feo, no obstante se trata de una buena y sana costumbre, y es que, Benjamin Disraeli –escritor y aristócrata británico del siglo XIX- ya dijo que «los viajes enseñan tolerancia».
Desde estas líneas me permito felicitar a los profesionales del turismo, que han facilitado -y lo seguirán haciendo- que el viaje sea cada vez menos un sueño y más una realidad, que las distancias tanto físicas como culturales sean cada vez menores y que hayamos cambiado la mentalidad tan rápidamente. En gran parte, es responsabilidad de esos expertos que tengamos más opciones, que en definitiva podamos elegir y por ende seamos más libres.
Artículo de opinión redactado por José Antonio García Ayala, publicado el 04 de octubre de 2012 en el diario «La Verdad», suplemento «Nuestra Economía», página 3.